LA ORATORIA EMOCIONAL MUEVE Y CONMUEVE
Pasamos la mayor parte del día comunicándonos, no podemos no comunicarnos. Las relaciones sociales y profesionales se asientan en las relaciones interpersonales que desarrollamos a través de su herramienta más efectiva: la palabra hablada, la gran dama de la comunicación.
La palabra crea y transforma emociones, fortalece los amarres que se establecen con los escuchantes, demuestra sensibilidad y genera admiraciones. La mirada, protagonista de un lenguaje expresivo y preciso, conecta con la audiencia, integrándola en la dinámica de la exposición. Palabra y mirada conforman un binomio eficiente y efectivo.
Exposición, argumentación, debate, motivación, comentario, etc. Sean cuáles sean los motivos que generan tu exposición, el auditorio qué te va a escuchar, el objetivo que pretendes conseguir con tu intervención o el lugar dónde se produzca, arrancar y finalizar con garra, revelando el arte que llevas en el interior, atrapa el interés, mantiene la atención y fomenta el recuerdo.
El tono de voz, la velocidad a la que hablas, la fluidez que demuestras, la entonación que muestras, el ritmo que imprimes, los movimientos de las manos, la postura, la forma de caminar, la manera en la que permaneces quieto o te sientas o la expresión de la boca te singularizan y convierten tu charla en única y personal, objetivo que debe marcarse todo aspirante a convertirse en un experto en el lenguaje de las emociones.
Fuerza, ilusión, entusiasmo y convicción conectan con el corazón de la audiencia y establecen línea directa con la mente del espectador. Conocer las fortalezas y debilidades que te caracterizan y definen, acorta distancias e inspiran confianza y respeto. Empatizar con la audiencia, integrándola en la dinámica de la exposición, resolviendo sus dudas, argumentando las críticas que ofrece y gestionando con seguridad y profesionalidad las interrupciones, aumenta tu credibilidad.
Razón y emoción, lógica e impresión, análisis y corazón se disponen en armónico equilibrio repleto de analogías, metáforas, anécdotas o testimonios. El auditorio y las circunstancias que generan la charla provocarán la inclinación hacia el argumento escogido. Claridad de pensamiento, sentimientos profundos, palabras veraces, humor prudente y oportuno y argumentos convincentes, apelando a la comprensión racional y afectiva del oyente, seduce, conecta y convence.
La palabra hablada, entusiasta, franca y estimulante; la expresividad de unas manos, libres de barreras; el cuerpo abierto, expuesto serenamente a las miradas ajenas; y, el caminar seguro por el escenario, estimulan la conexión anímica y emocional entre orador y oyentes. La naturalidad, la pasión y la humildad crean realidades.
Apasionar y contagiar emoción es un arte al que todos podemos aspirar.